MURIÓ GARCÍA MARQUEZ: DUELO DE LA CULTURA MUNDIAL.
Hoy, día jueves 17 de
abril de 2014, a la edad de 87 años, ha muerto el periodista colombiano y uno
de los más grandes escritores de la literatura universal. Autor de obras
clásicas como Cien años de soledad, El amor en los tiempos del cólera, El
coronel no tiene quien le escriba, El otoño del patriarca y Crónica de una
muerte anunciada, fue el creador de un territorio eterno y maravilloso llamado
Macondo.
Nació en la caribeña Aracataca, un poblado colombiano, un
domingo novelable a partir del cual el niño viviría una infancia a la que
volvió muchas veces. Entró a la literatura en 1947 con su cuento La tercera
resignación; la gloria le llegó en 1967 con Cien años de soledad, y su
confirmación en 1982 con el Nobel de Literatura. Ahora, el ahijado más
prodigioso de Melquiades se ha ido, para quedarse entre nosotros un hombre que
creó una nueva forma de narrar; un escritor que con un universo y un lenguaje
propios corrió los linderos de la literatura; un periodista que amaba su
profesión pero odiaba las preguntas; una persona que adoraba los silencios, y
con un encanto que cautivó a intelectuales y políticos, y hechizó a millones de
lectores en todo el mundo.
Su devoción por la palabra. Su poder de seducción. Va a buscar
los problemas donde estén. Los ímpetus de la inspiración son propios de su
estilo. Los libros reflejan muy bien la amplitud de sus gustos. Dejó de fumar
para tener la autoridad moral para combatir el tabaquismo. Le gusta preparar
las recetas de cocina con una especie de fervor científico. Se mantiene en
excelentes condiciones físicas con varias horas de gimnasia diaria y de
natación frecuente. Paciencia invencible. Disciplina férrea. La fuerza de la
imaginación lo arrastra a los imprevistos. Tan importante como aprender a
trabajar es aprender a descansar.
Fatigado de conversar, descansa conversando. Escribe bien y le
gusta hacerlo. El mayor estímulo de su vida es la emoción al riesgo. La tribuna
de improvisador parece ser su medio ecológico perfecto. Empieza siempre con voz
casi inaudible, con un rumbo incierto, pero aprovecha cualquier destello para
ir ganando terreno, palmo a palmo, hasta que da una especie de gran zarpazo y
se apodera de la audiencia. Es la inspiración: el estado de gracia irresistible
y deslumbrante, que sólo niegan quienes no han tenido la gloria de vivirlo. Es
el antidogmático por excelencia.
José Martí es su autor de cabecera y ha tenido el talento de
incorporar su ideario al torrente sanguíneo de una revolución marxista. La
esencia de su propio pensamiento podría estar en la certidumbre de que hacer
trabajo de masas es fundamentalmente ocuparse de los individuos.
Esto podría explicar su confianza absoluta en el contacto
directo. Tiene un idioma para cada ocasión y un modo distinto de persuasión
según los distintos interlocutores. Sabe situarse en el nivel de cada uno y
dispone de una información vasta y variada que le permite moverse con facilidad
en cualquier medio. Una cosa se sabe con seguridad: esté donde esté, como esté
y con quien esté, Fidel Castro está allí para ganar. Su actitud ante la
derrota, aun en los actos mínimos de la vida cotidiana, parece obedecer a una
lógica privada: ni siquiera la admite, y no tiene un minuto de sosiego mientras
no logra invertir los términos y convertirla en victoria. Nadie puede ser más
obsesivo que él cuando se ha propuesto llegar a fondo a cualquier cosa. No hay
un proyecto colosal o milimétrico, en el que no se empeñe con una pasión
encarnizada. Y en especial si tiene que enfrentarse a la adversidad. Nunca como
entonces parece de mejor talante, de mejor humor. Alguien que cree conocerlo
bien le dijo: Las cosas deben andar muy mal, porque usted está rozagante.
Las reiteraciones son uno de sus modos de trabajar. Ej.: El tema
de la deuda externa de América Latina, había aparecido por primera vez en sus
conversaciones desde hacía unos dos años, y había ido evolucionando,
ramificándose, profundizándose. Lo primero que dijo, como una simple conclusión
aritmética, era que la deuda era impagable. Después aparecieron los hallazgos
escalonados: Las repercusiones de la deuda en la economía de los países, su
impacto político y social, su influencia decisiva en las relaciones
internacionales, su importancia providencial para una política unitaria de
América Latina… hasta lograr una visión totalizadora, la que expuso en una
reunión internacional convocada al efecto y que el tiempo se ha encargado de
demostrar.
Su más rara virtud de político es esa facultad de vislumbrar la
evolución de un hecho hasta sus consecuencias remotas… pero esa facultad no la
ejerce por iluminación, sino como resultado de un raciocinio arduo y tenaz. Su
auxiliar supremo es la memoria y la usa hasta el abuso para sustentar discursos
o charlas privadas con raciocinios abrumadores y operaciones aritméticas de una
rapidez increíble.
Requiere el auxilio de una información incesante, bien masticada
y digerida. Su tarea de acumulación informativa principia desde que despierta.
Desayuna con no menos de 200 páginas de noticias del mundo entero. Durante el
día le hacen llegar informaciones urgentes donde esté, calcula que cada día
tiene que leer unos 50 documentos, a eso hay que agregar los informes de los
servicios oficiales y de sus visitantes y todo cuanto pueda interesar a su
curiosidad infinita.
Las respuestas tienen que ser exactas, pues es capaz de
descubrir la mínima contradicción de una frase casual. Otra fuente de vital
información son los libros. Es un lector voraz. Nadie se explica cómo le
alcanza el tiempo ni de qué método se sirve para leer tanto y con tanta
rapidez, aunque él insiste en que no tiene ninguno en especial. Muchas veces se
ha llevado un libro en la madrugada y a la mañana siguiente lo comenta. Lee el
inglés pero no lo habla. Prefiere leer en castellano y a cualquier hora está
dispuesto a leer un papel con letra que le caiga en las manos. Es lector
habitual de temas económicos e históricos. Es un buen lector de literatura y la
sigue con atención.
Tiene la costumbre de los interrogatorios rápidos. Preguntas
sucesivas que él hace en ráfagas instantáneas hasta descubrir el por qué del
por qué del por qué final. Cuando un visitante de América Latina le dio un dato
apresurado sobre el consumo de arroz de sus compatriotas, él hizo sus cálculos
mentales y dijo: Qué raro, que cada uno se come cuatro libras de arroz al día.
Su táctica maestra es preguntar sobre cosas que sabe, para confirmar sus datos.
Y en algunos casos para medir el calibre de su interlocutor, y tratarlo en
consecuencia.
No pierde ocasión de informarse. Durante la guerra de Angola
describió una batalla con tal minuciosidad en una recepción oficial, que costó
trabajo convencer a un diplomático europeo de que Fidel Castro no había
participado en ella. El relato que hizo de la captura y asesinato del Che, el que
hizo del asalto de la Moneda y de la muerte de Salvador Allende o el que hizo
de los estragos del ciclón Flora, eran grandes reportajes hablados.
Su visión de América Latina en el porvenir, es la misma de
Bolívar y Martí, una comunidad integral y autónoma, capaz de mover el destino
del mundo. El país del cual sabe más después de Cuba, es Estados Unidos. Conoce
a fondo la índole de su gente, sus estructuras de poder, las segundas
intenciones de sus gobiernos, y esto le ha ayudado a sortear la tormenta incesante
del bloqueo.
En una entrevista de varias horas, se detiene en cada tema, se
aventura por sus vericuetos menos pensados sin descuidar jamás la precisión,
consciente de que una sola palabra mal usada puede causar estragos
irreparables. Jamás ha rehusado contestar ninguna pregunta, por provocadora que
sea, ni ha perdido nunca la paciencia. Sobre los que le escamotean la verdad
por no causarle más preocupaciones de las que tiene: El lo sabe. A un
funcionario que lo hizo le dijo: Me ocultan verdades por no inquietarme, pero
cuando por fin las descubra me moriré por la impresión de enfrentarme a tantas
verdades que han dejado de decirme. Las más graves, sin embargo, son las
verdades que se le ocultan para encubrir deficiencias, pues al lado de los
enormes logros que sustentan la Revolución los logros políticos, científicos,
deportivos, culturales, hay una incompetencia burocrática colosal que afecta a
casi todos los órdenes de la vida diaria, y en especial a la felicidad
doméstica.
Cuando habla con la gente de la calle, la conversación recobra
la expresividad y la franqueza cruda de los afectos reales. Lo llaman: Fidel.
Lo rodean sin riesgos, lo tutean, le discuten, lo contradicen, le reclaman, con
un canal de transmisión inmediata por donde circula la verdad a borbotones. Es
entonces que se descubre al ser humano insólito, que el resplandor de su propia
imagen no deja ver. Este es el Fidel Castro que creo conocer: Un hombre de
costumbres austeras e ilusiones insaciables, con una educación formal a la
antigua, de palabras cautelosas y modales tenues e incapaz de concebir ninguna
idea que no sea descomunal.
Sueña con que sus científicos encuentren la medicina final
contra el cáncer y ha creado una política exterior de potencia mundial, en una
isla 84 veces más pequeña que su enemigo principal. Tiene la convicción de que
el logro mayor del ser humano es la buena formación de su conciencia y que los
estímulos morales, más que los materiales, son capaces de cambiar el mundo y
empujar la historia.
Lo he oído en sus escasas horas de añoranza a la vida, evocar
las cosas que hubiera podido hacer de otro modo para ganarle más tiempo a la
vida. Al verlo muy abrumado por el peso de tantos destinos ajenos, le pregunté
qué era lo que más quisiera hacer en este mundo, y me contestó de inmediato:
pararme en una esquina.
MARÍA GOMEZ QUEINA, para Bandadefeos.
GABRIEL GARCÍA MARQUEZ Y FIDEL CASTRO.
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