NOTICIAS JAPONESAS.
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Copa América 2019.
1er puesto: Brasil con medalla de oro.
2do puesto: Perú con medalla de plata.
3er puesto: Argentina con medalla de bronce.
4to puesto: Chile con medalla de “lata”.
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Increíble.
“Argentina querrá llevarse a Gareca, por lo tanto, hay que maquillar a
Laura Bozo y mandarla”, aseveró el Gian Pietri.
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La última!
PILSEN, CUSQUEÑA Y SAN JUAN.
“Unida la costa, unida la sierra, unida la selva, contigo Perú”, aseguró
la borrachita Olguita.
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Pensamiento.
“He llegado a la conclusión que el bikini es el mayor símbolo de la
democracia, ya que separa la izquierda y derecha, protege el centro, modifica
el “punto de vista” de cada uno y obliga a todos a mirar en la misma dirección
y con el mismo objetivo”, afirmó el Nahúm.
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Discurso por la batalla de Arica.
Quiero compartir con todos ustedes un hermoso discurso, valioso y lleno
de cruda realidad, no pierdan cada línea, excelente.
Discurso de orden del Señor General de División E.P. Francisco Antonio
Vargas Vaca en la sesión solemne con ocasión de la batalla de Arica; organizada
por la Benemérita Sociedad Fundadores de la Independencia, Vencedores del
combate del 2 de Mayo de 1866 y Defensores calificados de la Patria.
Señor General de División Carlos Tafur Ganoza, Presidente de la Benemérita
Sociedad Fundadores de la Independencia, Vencedores del Combate del 2 de Mayo
de 1866 y defensores calificados de la Patria, generales y almirantes de la
mesa de honor. Dignas autoridades civiles y militares. Damas y caballeros,
asociados e invitados. Señoras y señores.
Disertar en nuestra Benemérita Sociedad Fundadores de la Independencia,
la primera institución del Perú y América, creada con fines cívico-patrióticos
en 1857 y donde se exalta el glorioso pasado de nuestra patria, es un marcado
privilegio; pero si además de ello, haber sido designado para disertar sobre un
evento tan trascendental y de tanta recordación para nuestro país, como es la
batalla de Arica; entonces este privilegio se convierte en un señalado honor,
que tendré presente por el resto de mi mortal existencia.
Por ello, agradezco la designación y el honor que me hace el señor
General Presidente, al darme la oportunidad de disertar ante tan selecto
auditorio.
Los discursos sobre la batalla de Arica, normalmente comprenden un
vibrante relato de los hechos históricos, una pincelada sobre la solicitud de
rendición a cargo del emisario chileno, una reflexión sobre el significado de
la famosa frase del ínclito Coronel Francisco Bolognesi, una narración de la
batalla, y un homenaje a los actores de esta tragedia. Pero creo que el elevado
nivel de los presentes me releva de la narración histórica y me permite hacer algunas reflexiones sobre
los hechos, de manera directa.
Y es que al repasar los libros de historia que tratan sobre la epopeya de
Arica, inmediatamente surgió en mi mente una primera interrogante, que me
permito plantear:
¿Cómo pudimos llegar a esto?
¿Cómo pudo ser que un país tan rico en recursos y con gente con tantas
excelencias, llegue a una situación tan extrema como Arica?
¿Cómo pudo suceder que un país heredero del más grande imperio de América
– el Tahuantinsuyo – y heredero de una de las pocas culturas primigenias del
mundo – la cultura incaica -; y a su vez, depositario del virreinato más
poderoso de esta parte del planeta, se convierta en una República libre pero
caótica, y se vea doblegada por otro país más pequeño, con menos recursos, y
que solo llegó a ser una Capitanía tutelada por nuestro Virreinato?
Y es que si nos situamos en el momento en que Chile nos declara la guerra
el 5 de abril de 1879, encontraremos que durante los primeros 58 años de República,
estuvimos desunidos, enfrentados peruano contra peruano, y con una débil
identidad nacional, donde los interese personales y de grupo, se antepusieran
al interés nacional en su conjunto, no habíamos dejado de lado nuestras
diferencias, nuestras ambiciones subalternas, perdimos más de 50 años en
rencillas internas, el país fue un desorden; y entonces ante una amenaza
exterior, no reaccionamos unidos y no enfrentamos todos juntos la amenaza. Las
diferencias entre uno y otro, nos llevó a la debacle ante la prueba de una
guerra. Muchos peruanos quisieron sacar partido de la situación. Es decir, el
día que se inició la guerra, ya la habíamos perdido. Chile no nos ganó la guerra,
nosotros la perdimos. Ante la cruda posible respuesta a la primera interrogante, preguntémonos:
¿Hemos aprendido la lección de Arica? Ahora nuestra población, civiles y
militares ¿Estamos fuertemente unidos para enfrentar las amenazas extranjeras? ¿Estamos
unidos para enfrentar con éxito el terrorismo y el narcotráfico internacional?
En buena cuenta, ¿Hemos aprendido la
lección de Arica?
Dejemos ahí ésta reflexión por un momento, y pasemos a una segunda
interrogante, que asaltaría a cualquier lector de nuestra historia: ¿Cómo pudo
suceder que después de vencer en 1866 en el Callao, tengamos una derrota
contundente en 1880 en Arica? ¿Qué sucedió en esos 14 años? Y es que es
particularmente importante reflexionar sobre las circunstancias que condujeron
a la epopeya de Arica.
Recordemos que en el combate del Callao, más conocido como combate del 2
de Mayo de 1866, el presidente Mariano Ignacio Prado dirigió personalmente las
defensas del puerto contra la amenaza exterior, constituida por la formidable escuadra
naval española. En ese glorioso día peleamos juntos: ecuatorianos, peruanos y
chilenos, civiles y militares, gobernantes y ciudadanos; de esa unión nació la
victoria.
El General Mariano Ignacio Prado gobernó hasta 1868; desde enero de 1868
hasta agosto de 1872, tuvimos 9 gobernantes en solo 4 años; hasta que fue
elegido el Doctor Manuel Pardo y Lavalle, el primer civil que llega a la
presidencia por elecciones, luego de más de 50 años de Republica; esto
demuestra la falta de estabilidad política de nuestra república en esos años.
Una de las primeras disposiciones del presidente Pardo fue reducir
nuestro Ejército de línea a 2,200 efectivos y los distribuyó en todo el
territorio nacional para develar los 34 levantamientos que hubieron durante su
gobierno; así mismo distribuyó el armamento del Ejercito de línea en la
población para reforzar la Guardia Nacional, y anuló las compras de armamento y
naves blindadas; además y lo más grave: firmó un tratado defensivo con Bolivia,
país que ya tenía serios problemas políticos con Chile, Es decir, degradó a su
mínima expresión nuestro sistema de defensa nacional y nos puso en un grave
riesgo a nivel internacional.
Así llegamos a 1876, en que el General Mariano Ignacio Prado, asume
nuevamente la presidencia; el General Prado trato de recomponer el Ejército,
pero el liderazgo de los jefes, la experiencia de los Oficiales y la capacidad
de las Unidades no se consiguen de un momento a otro; es un proceso continuo y
permanente. En esa penosa situación, llegamos al 5 de abril de 1879 en que
Chile nos declara la guerra; luego de 6 meses de brillante campaña marítima de
nuestra Armada, en octubre capturan el Huáscar y perdemos al Almirante Miguel
Grau Seminario, y con él, perdemos nuestra capacidad de actuar en el mar.
Luego el 27 de noviembre de 1879 llegaría la victoria de Tarapacá, sin
embargo, después de la victoria, las tropas peruana iniciaron una penosa
retirada hacia Arica, las tropas chilenas ocuparon esta provincia. En esas
circunstancias, el presidente Mariano Ignacio Prado viaja a Europa en plena
guerra, en circunstancias particularmente difíciles para el país. Nicolás de
Piérola, se autoproclama presidente, y el 23 de diciembre de 1879 entra en
palacio de gobierno; su primera disposición fue relevar a gran parte de los
mandos militares y colocar a “civiles pierolistas” otorgándoles el grado de
Coronel. Las derrotas se sucederían hasta el desastre en el Alto de la Alianza
el 26 de Mayo de 1880, que sería el preámbulo de la batalla de Arica.
El día de la batalla de Arica, el 7 de Junio de 1880, el presidente del
Perú era Nicolás de Piérola, permanente conspirador, que vivió muchos años en
Chile; y el jefe del ejército del Sur era el Contralmirante Lizardo Montero,
prestigioso marino, que había derrotado a Piérola en uno de sus tantos
levantamientos. Piérola no apoyo a Montero, no le envió refuerzos ni
abastecimiento y contribuyó a la derrota del Ejército del Sur, que culminó con
la tragedia de Arica.
Ni siquiera por la Patria amenazada, los políticos pierolistas olvidaron
sus rencillas personales con los militares.
Entonces surge inevitable la pregunta: ¿Cómo pudo ser que ante la amenaza
exterior, la clase política y el Alto Mando Militar no dejen de lado sus
enfrentamientos particulares, no tomen sus previsiones, no planeen, ni
conduzcan las operaciones militares en conjunto, y hayan permitido que 1,700
peruanos se encuentren en tan desgraciada situación en Arica?
Nuestra historia nos dice que los políticos y los militares estaban más
preocupados por sus enfrentamientos personales, por sus ambiciones de poder
conformaban dos mundos separados, que vivían de espaldas, y enfrentados unos a
otros.
Y ante ello, ¿Hemos aprendido la lección de Arica?
¿Tenemos ahora a una clase política y a un estamento militar debidamente
unido y coherente?; los políticos ¿Respetan y apoyan adecuadamente a los
militares en actividad y en situación de retiro? Y los militares ¿Están
subordinados al poder constitucional, como reza nuestra Constitución; y no
están sometidos al poder civil, como muchos quisieran? En pocas palabras: Ahora
¿Tenemos una sana, adecuada y sólida relación civil militar?
Por otra parte, ahora que se han cerrado nuestras fronteras y se oyen
voces de reducir a las Fuerzas Armadas a su mínima expresión, recordemos lo
sucedido antes de 1879; y es que al reunir 600 hombres y vestirlos de uniforme,
no se consigue un Batallón, es decir una Unidad entrenada que combate en
conjunto, se requiere capacitación, entrenamiento, liderazgo, confianza y
tiempo; lo mismo se podría decir de la tripulación de un buque de guerra, o de
la dotación de pilotos y operadores de una Base Aérea.
Ante estas dos interrogantes, surge inmediatamente una tercera: ¿Cuál fue
la causa – la profunda y verdadera causa - del desastre de Arica?
Si nos ponemos la mano en el pecho, en un colectivo acto de contrición,
encontraremos no una, sino varias causas del desastre: Falta de
responsabilidad, imprevisión, mediocridad, incapacidad, incompetencia, desunión
de la sociedad peruana, corrupción, enfrentamientos internos entre peruanos,
falta de altura de estadista en la clase gobernante, y falta de preparación en
el estamento militar.
En Arica no solo fue derrotado el Coronel Bolognesi, sus Oficiales y su
Tropa. En Arica, tampoco fue derrotado
el Ejército o la Marina solamente; en Arica fue derrotada toda la Nación
peruana, que no supo unirse y defenderse; fue derrotado todo el Estado peruano,
que no pudo cumplir con uno de sus deberes fundamentales, y no pudo cumplir con
dar seguridad a nuestros ciudadanos y no pudo preservar nuestro patrimonio,
perdiéndose inmensos territorios; pues en Arica se termina la campaña del Sur
en la guerra de conquista que Chile emprendió contra el Perú.
Estoy seguro que cada uno de ustedes tiene una respuesta a estas – tal
vez – insolentes preguntas. Cada uno de ustedes tiene su propia opinión acerca
de estas – tal vez – atrevidas reflexiones; pero si he logrado mover su
conciencia hacia estos temas, entonces habré logrado el propósito de este
discurso.
Sin embargo, a riesgo de ser desaforado, permítanme una cuarta y última
interrogante: ¿Qué creen que pensaban los 1,700 peruanos que defendían la
guarnición de Arica en los días anteriores a la batalla? ¿Qué podría pasar por
la cabeza de nuestros compatriotas en el morro, la semana anterior al 7 de
Junio?
Los invito a realizar un ejercicio mental: Pongámonos en la situación de
los combatientes en el morro de Arica el 1 de junio de 1880. En esa fecha
conocían de la derrota en la batalla del Alto de la Alianza, de la ocupación de
Tacna, de la deserción del ejército boliviano, conocían que los peruanos
sumaban cerca de 1,700 hombres, de los cuales la mayoría eran los llamados “cívicos”,
es decir ciudadanos recién enrolados durante la guerra, mal vestidos, peor
equipados, con escasas municiones y medios, con casi nula asistencia médica y
fármacos, con mucho entusiasmo, pero muy poca preparación militar, no disponían
de Caballería, y su Artillería apuntaba al mar, no era la más adecuada para el
combate terrestre; finalmente conocían que eran la última fuerza peruana en el
Sur del país.
Sobre el enemigo, los peruanos sabían que al norte se encontraban 15,000
soldados chilenos en Tacna que le cerraban el paso; al sur 5,000 chilenos
habían ocupado Iquique, al este 6,500 efectivos le impedían replegarse hacia
los Andes, y al oeste tenían el mar y toda la escuadra chilena; es decir,
estaban rodeados por mar y tierra, sin posibilidades de refuerzos, y sin
ninguna alternativa viable de obtener una victoria ante la superioridad militar
del invasor.
Imagínense que ustedes se encuentran en esa situación. Seguramente
estudiarían sus opciones:
Una, resistir lo más posible el embate enemigo
Dos, rendirse hasta encontrarse en mejores condiciones para seguir
combatiendo.
En esas condiciones extremas, pensemos: ¿Por qué no se rindieron? No
serían la primera Unidad militar en el mundo que se haya rendido. La historia
militar mundial registra casos de rendición, como cuando los musulmanes
(Boaddil) se rindieron ante fuerzas españolas en Granada en 1492. O como la
célebre rendición de los defensores holandeses en la guarnición de Breda ante
los atacantes españoles en 1625; cuando las tropas holandesas salieron de la
ciudad, lo hicieron a paso de desfile, llevando sus banderas, uniformes y
armas. Así mismo, hubieron Unidades británicas que se rindieron a las fuerzas
rebeldes durante la guerra de la Independencia norteamericana; particularmente
en Saratoga (General Burgoyne) en 1777, y en Yorktown (Lord Cornwallis) en
1781. Las fuerzas británicas que se rindieron fueron tratadas con respeto y caballerosidad.
Además, todos conocían de la rendición del Brigadier español Rodil en
1826, dos años después de la batalla de Ayacucho. Cuando Rodil y 400 famélicos
realistas entregaron la Fortaleza del Real Felipe, fueron recibidos con honores
militares por los patriotas. Entonces, ¿Por qué el Coronel Bolognesi y los
defensores de Arica no se rindieron? ¿No creen ustedes que esos Oficiales no
pensaron en sus esposas, en sus hijos, en sus familias, en sus casas?
Yo creo que no se rindieron, porque ante tanta adversidad, ante tanta
imprevisión, ante tanta mediocridad, ante tanta incapacidad y traición; alguien
debía decirle al Perú y al mundo, que los peruanos somos un pueblo con
dignidad, un pueblo con honor, un pueblo altivo y orgulloso. Y en esas tristes
horas para nuestra Patria, alguien debía señalar el camino, marcar el rumbo,
dar el ejemplo, e indicar que nuestro camino estaba signado por perseverar
hasta el fin, por esforzarnos hasta el último aliento, por pelear hasta el último
cartucho. Esa era nuestra única alternativa, rendirnos NO era una opción.
Y esa gloriosa decisión, marcó nuestro proceder en el resto de la guerra:
en San Juan, en Miraflores, en la
campaña de la Breña, en Sausini y en Huamachuco, nunca nos rendimos; y luego de
esta guerra, continuamos, y nunca las armas peruanas se han rendido, ni en la
guerra con Colombia, ni en la guerra con el Ecuador en 1941, ni en el Cenepa,
ni en la cordillera del Cóndor, ni en el proceso de pacificación.
Y es como todos los ejércitos, hemos tenido victorias y derrotas, pero
nunca una rendición.
Arica nos señaló el rumbo y los militares aprendimos la lección. Los
militares peruanos jamás nos rendimos….., esa palabra “rendición” no existe en
nuestro vocabulario castrense.
Creo que han sido suficientes interrogantes, suficientes reflexiones con
motivo de la epopeya de Arica.
Finalmente , debo decirles que creo que los héroes de Arica, no se
inmolaron para que les dediquen un discurso, no se sacrificaron para que calles
y plazas lleven sus nombres grabados en bronce, no se sacrificaron para que les
pinten un óleo, o les canten un himno, o les reciten algún poema, ni siquiera
para que les escriban un libro. Creo que los héroes de Arica están por encima
de todo ello.
Creo que lo que ellos buscaban, era que los tomemos como ejemplo, que
sean nuestro modelo a seguir, que todos los peruanos luchemos hasta el último
aliento por nuestra Patria. Ese sería el mejor homenaje que pudiéramos hacer a
los héroes de Arica; el mejor homenaje que pudiéramos hacerles es tener hoy –
en el momento presente – un país unido, integrado, fuerte, donde civiles y
militares, políticos y ciudadanos, gobernantes y gobernados, trabajen unidos y
en armonía hasta el último aliento, y que, de ser el caso, peleen hasta el
último cartucho, por un Perú más unido, más fuerte y solidario.
El mejor homenaje que hoy podemos dar a los defensores del morro, es
decirles, desde acá, que hemos aprendido la lección, y que ellos nunca serán
olvidados, que su ejemplo será seguido y jamás serán olvidados.
Y sobre el olvido, permítanme narrarles lo que mi padre, alguna vez me
dijo, más o menos en los siguientes términos: “Los militares tenemos tres
muertes, la primera sucede cuando nos dan de baja, la segunda es su muerte
física; y la tercera muerte de un militar sucede cuando se olvidan, esta es la
última y definitiva muerte”. Por ello, nosotros decimos que Bolognesi nunca
morirá, los defensores del morro nunca morirán, porque viven y vivirán
eternamente en el pensamiento de todo buen peruano.
Y es que gracias a los defensores de Arica, somos un pueblo con honor,
con dignidad, un pueblo que mira de frente, altivo y orgulloso, y que no tiene
por qué bajar la cabeza ante nada, ni ante nadie.
¡Honor y gloria al Coronel Bolognesi, a sus Oficiales y sus bravos soldados!
¡Honor y gloria a los defensores del morro de Arica!
Y gracias a ellos, gracias a su sacrificio, podemos decir:
¡Honor y gloria a nuestra Patria: el Perú!
Gracias.